domingo, 27 de noviembre de 2016

El misterio de Portsmouth













Por: Miguel Galindo
Profesor de Lengua y Literatura Española





  El misterio de Portsmouth es la nueva novela de Javier Carrasco. En ella nos sumergimos en la Inglaterra de principios del siglo XIX, en las semanas previas a la batalla de Trafalgar. A medio camino entre la narración histórica y la novela policiaca, la propuesta del escritor ceutí plasma con solvencia el ambiente opresivo, receloso y repleto de misterio que rodea a la flota del almirante Nelson, mientras ésta se prepara para la que será la batalla definitiva contra el enemigo francés. En una localidad sembrada de espías napoleónicos no es difícil que aparezcan cadáveres; y cuando esto ocurre el detective Dowson será el encargado de detener al culpable.
  En una atmósfera donde alternan las sectas masónicas y los burdeles, las tabernas y las jerarquías militares, Dowson deberá discernir entre las apariencias y la realidad, entre el verdadero asesino y el supuesto, entre el amigo y el enemigo. Como en una historia propia del Romanticismo que comienza a nacer en esos años, la novela fluctúa y mezcla descripciones oníricas y reflexiones filosóficas sin que el lector –traído y llevado por una prosa absorbente– pueda diferenciar los hechos reales de los soñados o imaginados. Una vez más la realidad que nos circunda vuelve a ser cuestionada.
  En el tramo final todo el sólido armazón que Dowson había ido construyendo a través de sus pesquisas se desmorona como un castillo de naipes bajo el tenue soplo de la brisa. En unas últimas páginas que no dejarán indiferente a ningún lector, Javier Carrasco se nos hace caminar por el delgado filo de navaja que separa la vida de la muerte, y al cerrar el libro la duda y la incertidumbre actuarán como acicates para la reflexión: hay novelas que concluyen con el punto final; otras, como ésta, nunca terminan...

Booktrailer producido por Jesús Cano Henares

_____________________

jueves, 27 de octubre de 2016

La amante










   Las tinieblas de la noche me envuelven y te aguardo en mi alcoba, tumbado en la cama…se acerca la hora.  Siento una mezcla de turbación y desasosiego, por tan inusual experiencia. El vello se me eriza, el corazón late con mucha fuerza, como si fuera a salir por la boca, Aún no te veo, pero presiento que avanzas sigilosa por el oscuro pasillo. Se oye un crujido en la puerta. Permanece cerrada, pero una sombra acaba de emerger delante de ella. Eres tú, no hay lugar a dudas. Ahora te acercas lentamente, como si flotaras en el aire, como una mancha de vapor oscuro. Mi corazón se desboca y oprime con fuerza el pecho. Casi no puedo respirar. Te has detenido al borde de mi lecho. Puedo ver tu hermoso rostro con toda nitidez. Un enorme escalofrío me recorre el espinazo y quedo completamente inmóvil, inerte, ni siquiera puedo parpadear. La hora ha llegado. Como fiel amante has venido a buscarme, según lo convenido. Toma pues mi mano con firmeza y guíame en el largo viaje hacia la eternidad.

© Javier Carrasco 2016.

miércoles, 1 de junio de 2016

"Morirás muchas veces" novela de José Payá Beltrán.



“Morirás muchas veces” (Aguaclara Editorial, Alicante 2016) es la nueva novela de José Payá Beltrán que narra la sórdida y casi disparatada historia de Enrique Ruíz, un actor de segunda o tercera fila que por caprichos del azar le tocará representar el papel de su vida  cuando es confundido con un asesino a sueldo que está poniendo en jaque nada menos que a toda la magistratura española.
  Con una prosa viva y muy fluida, cuidada hasta el último detalle y una estructura propia del thriller policiaco el autor nos sumerge en el enredo de un complicado caso de asesinatos múltiples, donde el ajedrez y las excentricidades de sus genios, así como la mano siniestra de una despiadada “hermandad” mantienen en vilo al sufrido lector, en un  escenario internacional que se mueve entre Alicante, Madrid, Reykiavik, Bruselas, para terminar en la lejana Jordania.
  Pero ahí no queda la cosa. José Payá, armado hasta los dientes de un humor irónico e inteligente, aprovecha para arremeter sin piedad contra ciertas costumbres de los tiempos veleidosos que nos está tocando vivir.
  José Payá Beltrán es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Alicante y profesor de Lengua Española y Literatura en el IES Profesor Manuel Broseta de Banyeres de Mariola, Alicante. Coincidimos algunos años en el IES Juan Goytisolo de Carboneras, Almería, donde, entre clases y claustros, intercambiamos opiniones, proyectos, acerca de la literatura, la novela, el relato…y además de muy entrañables momentos. Pero como afirma Mario Martínez Gomis en el prólogo de la obra, José Payá  es “un hombre peligroso” y nos da el siguiente consejo: “No se acerquen a Pepe Payá. Acérquense a sus libros y novelas”…y yo lo corroboro: miedo me da que algún día me transforme en una de sus criaturillas de ficción.


José Payá Beltrán
 
“Enrique Ruíz…necesitaba cambiar de aspecto…su intención era adornarse el rostro con una perilla…eliminar su cabellera. El toque definitivo… iban a ser unas gafas…”

Javier Carrasco


domingo, 29 de mayo de 2016

La peste






Una nueva peste negra
extiende sus tentáculos
por toda la tierra,
en silencio, oculta a los
ojos que miran a otra parte,
hipnotizados por los
falsos cantos de sirenas,
narcotizados  por mensajes
vacíos que anulan la voluntad
y alimentan la vanidad,
la estupidez y la incomprensión.
Un azote invisible que sesga vidas,
desestabiliza gobiernos,
proclama la ruina y la pobreza,
aniquila desde las sombras
la paz y la concordia,
y arremete contra la libertad
para esclavizar a los débiles,
a los indefensos, a los marginados.
Tal es su malogrado efecto.
Homo lupus hominis.
Ni siquiera respeta a la naturaleza
a la que cree dominar por sus
consolidados poderes monetarios.
Necios, no escupáis al cielo.
De nada servirán vuestros imperios
cuando ya no quede dónde especular.
Y el dinero se pudrirá junto a las vísceras
el día que os acompañe en vuestra tumba.

© Javier Carrasco 2016

domingo, 24 de abril de 2016

"Los gatos de Estambul" de Antonio Tapia






  En “Los gatos de Estambul” (Ed Alianza Grupo Género, SL, Granada 2015), el abogado mallorquín Albert Moliner, antiguo diplomático y jugador empedernido, narra la sórdida historia que por necesidades económicas le lleva al norte de África como testaferro de un constructor isleño nada menos que en plena revolución de la “primavera árabe”, con lo que las aventuras y emociones fuertes están aseguradas.
  Se trata de una obra que combina con pericia la intriga propia de la novela negra, con descripciones pormenorizadas del “modus operandi” de esta nueva hampa de nuestros días y que se mueven como pez en el agua entre sus queridísimos paraísos fiscales y sociedades offshore, y que como día a día nos muestran los medios de comunicación tanta polvareda levanta en el mundo “político” y “empresarial”, así como, por otro lado las delicias de los libros de viajes y aventuras, trasladándonos sin movernos del sillón a la belleza y el romanticismo de paisajes exóticos y a deambular con singular viveza por las calles de emblemáticas ciudades como Túnez, El Cairo o Estambul, lugar donde se completa el  círculo. Aunque también cabe decirlo, el romanticismo de pronto desaparece para dar paso a atmósferas asfixiantes y ambientes desoladores con desagradable olor a muerte.
  Así pues, las 229 páginas que dan forma y textura a “Los gatos de Estambul” se leen con prontitud y avidez, y quizás por la influencia de su personaje principal, Albert Moliner, gran amante de los naipes, los acontecimientos se van desarrollando de la misma forma que transcurriese una partida de cartas imaginaria, a golpe de cartón sobre el tapete, donde cada jugada ha de llevarse a cabo sin apenas tiempo para la reflexión y donde no hay posibilidad de vuelta atrás. Llama así mismo la atención el cuidadoso uso del lenguaje así como la esmerada prosa empleada, donde el lector podrá hallar auténticas “joyas” descriptivas escondidas y diseminadas a lo largo de  la narración, autenticas pinceladas de atractiva apreciación poética, que contribuyen con notoriedad al estimado valor estético de la obra.


    “Los gatos de Estambul” es la primera novela de Antonio José Tapia Gómez (Granada 1955) que estudió medicina en la Universidad de Granada y es especialista en Medicina Interna y máster en Enfermedades Infecciosas, desempeñando actualmente su labor en el Hospital Virgen de las Nieves de Granada.
   Para mi es un gran honor publicar aquí una reseña de su espléndida novela, pues nos conocemos desde tiempos universitarios, habiendo compartido con él aventuras y desventuras dignas de ser llevadas al papel. Enhorabuena, querido amigo, y mientras tanto, sigamos aprendiendo del comportamiento de los gatos de Estambul...


©Javier Carrasco 2016

viernes, 25 de marzo de 2016

Jesús de Nazareth: el primer "hippie" de la Historia.



  

 Casi nadie duda hoy de la existencia del Jesús de Nazareth histórico, el rabí de la secta nazarita que se reveló contra el judaísmo imperante al servicio de la Roma imperial.  La prueba más evidente es la existencia de los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, que fueron escritos un siglo después, así como los llamados evangelios apócrifos, no incluidos en la Biblia. Todos ellos hablan acerca de la vida y enseñanzas de este gran personaje.
  A Jesús le ocurrió un poco como a Cristóbal Colón unos siglos después: ambos iniciaron un viaje que trascendió a sus propias vidas. El primero murió sin saber que había sentado las bases de una de las religiones más influyentes del mundo, y el segundo tampoco supo que su nueva ruta a la India le había llevado a un vasto continente, desconocido para casi todos. Grandes paradojas de la vida.

  De esta manera, el rabí, al igual que otros tantos líderes político-religiosos de la Palestina, provincia oriental del imperio romano, del siglo I, se vio en la necesidad de luchar contra el poder opresor del judaísmo oficial, representado por el rey Herodes y la casta sacerdotal del Templo, y que no eran sino marionetas del poder imperialista de Roma, al que rendían pleitesía, a cambio de ciertos privilegios. Un poco como ocurre hoy en día con los gobiernos neoliberales al servicio del gran poder del FMI y de la Troika, para que nos entendamos.

  Su doctrina iba encaminada a liberar al pueblo judío oprimido y a depurar al judaísmo del Templo, que se había amoldado a las exigencias de Roma, apartándose por tanto de la tradición, corrompiéndose. Jesús, como la mayoría de sus compatriotas, estaba harto de tanta barbarie, de tanto derramamiento de sangre inútil, de tanta corrupción y entonces toma las riendas de un movimiento revolucionario, ya iniciado por su primo asesinado Juan el Bautista, cuya máxima pretende acabar con dicha barbarie y corrupción de poder: ama a tu prójimo como a ti mismo. Una ideología basada en el amor como ésta en un mundo lleno de salvajismo y calamidades se expandió por todo el orbe como la pólvora. Casi dos mil años después, la ideología pacifista “hippie” toma planteamientos similares ante la escalada bélica imperante en plena Guerra Fría.

  Es en esa expansión de las enseñanzas de Jesús cuando empiezan a producirse las por otro lado inevitables influencias de las culturas y creencias locales, es decir, cuando el cristianismo pasa a Siria, Grecia, Egipto, y es cuando comienza el proceso de “divinización” de su figura. Un dato curioso es que en los evangelios jamás se llama él a si mismo “Hijo de Dios”, costumbre esta que sí practicaban los emperadores y faraones, pero que en tiempos de Jesús y en Palestina sería considerado un monumental sacrilegio. Así pues cuando la nueva doctrina llega a un territorio extranjero sufre la correspondiente “adaptación” al medio. Eso se ve claramente a lo largo de la historia y con todas las grandes religiones.

  No obstante, fue Roma la que más deformó y tergiversó la doctrina cristiana originaria al traspasarla a su organizadísima sociedad estamental. Se puede decir que a partir de aquí la Iglesia hereda las características de poder imperialista que darán al traste con aquel primitivo mensaje lanzado por Jesús, y que tantas controversias y magnicidios han producido con el devenir de los siglos. He ahí otra gran paradoja: tanto afán en convertir a la pagana “ramera” que a su vez trastocaría para siempre la esencia de la doctrina, el mensaje del mesías libertador.
 
© Javier Carrasco

domingo, 20 de marzo de 2016

El Rock Sinfónico





    Desde finales de los 60 y durante toda la década de los 70 surgieron bandas de rock que quisieron ir más allá y experimentar hasta  llevar al género a cotas que lo igualaran a la música clásica, me refiero a grupos como Pink Floyd, Gènesis, Camel, King Crimson, Yes, Alan Parson’s Project…y un largo etcétera, que por la influencia de la formación en música clásica de sus integrantes se lanzaron a la exploración de nuevos sonidos e ideas, con un resultado que se puede considerar infranqueable.

  Estos grupos hacían un tipo de música muy elaborada, como si de sinfonías –de ahí el nombre del subgénero-  u otras composiciones clásicas se tratara, de hecho, muchos de ellos pensaban que estaban creando la música clásica contemporánea.

 Este tipo de rock era muy imaginativo, podías fácilmente  “ver” con tu cerebro lo que te sugería, te hacía evadirte de la realidad, como con el uso de las drogas psicodélicas, tan de moda en la época, pero sin ser tan nociva como aquéllas.


 Con el paso de los años, y de las décadas, este apreciado subgénero fue rebautizado con el horrible nombre de rock “progresivo” – y que a mi me suena a nombre de tiempo verbal: el pasado o el presente progresivo- e incluso hoy en día, con esta moda absurda de cambiarle el nombre a todo, ha sido rebautizado como “rock pro”. Menuda estupidez. Mucho mejor es mantener su denominación inicial,  por respeto profesional y por precisión histórica.

  En mi caso, el grupo que más me influyó y al que más oí fue a Pink Floyd, la banda británica más famosa de este estilo, quizá también la más comercial. Sus conciertos eran –y los siguen siendo- sobrecogedores, con una puesta en escena siempre respetuosa con el entorno y donde música, imagen e imaginación se daban la mano a partes iguales. 

Por supuesto que a España también llegó su influencia, como puede comprobarse al escuchar a grupos como Los Módulos, Canarios y sobretodo  los míticos Triana que a su vez crearon un subgénero único, el denominado rock “andaluz”.




domingo, 21 de febrero de 2016

Adiós a Umberto Eco, mi novelista actual preferido.



   Bastante triste quedé ayer cuando recibí la noticia de manos de mi amigo Jesús Cano Henares en una conversación telefónica, cuando no habían hecho más que aparecer los titulares en la prensa online. Una enorme pérdida no sólo para las Letras sino para el mundo académico también. Mi devoción por él arranca desde los ochenta, cuando yo era estudiante de filología en la Universidad de Granada y su gran novela “En nombre de la Rosa” acababa de ser publicada (1980). No pude leerla hasta años después, debido al contingente de obras clásicas y de autores anglosajones que debía “devorar” para cumplir con los currículos estudiantiles, pero no me perdí su magnífica versión llevada a la gran pantalla por el director francés Jean-Jacques Annaud (1986) y que nunca me canso de ver una y otra vez. No cabe duda que esta novela me influyó bastante a la hora de escribir la mia,“La cantiga de Pedro de Aranda” (Árráez Editores 2007) también ambientada en el medievo, aunque tratando un tema muy diferente. Casi imposible era que no me dejara arrastrar por la fuerza narrativa y el fabuloso tratamiento de la inriga del profesor de semiótica piamontés.
  Otros dos libros suyos también me llegaron al alma, “El péndulo de Foucault” (1988) que recuerdo en la primera lectura estar rodeado de toda una batería de diccionarios (latín, francés, hebreo…) para “vivir” esta historia mezcla de metaliteratura y thriller histórico, así como su “Baudolino”(2000), otra vez de vuelta al medievo, la intriga y el género policiaco, pero en esta ocasión con grandes dosis de picaresca, comedia e ironía.
  Con gran pesar despedimos a uno de los mejores novelistas de los siglos XX y XXI, que por fortuna, por otro lado queda inmortalizado por unas obras que siempre llevaremos en el corazón mientras el “show” continúe. Hasta siempre, querido Umberto.