domingo, 17 de septiembre de 2017

Divide y vencerás



 Vivimos inmersos en una sociedad de consumo convulsivo, dentro de una fase de capitalismo voraz, donde lo único que preocupa es el dinero, la apariencia física, hacerse con el último modelo de móvil o inventarnos una vida ficticia para compartir en las redes sociales con gente que ni siquiera conocemos. En efecto, nos ha tocado una época en la que el excesivo culto a lo material, a la vanidad más absurda, nos ha conducido no sólo a la crisis económica sino a la de los valores humanos también.
Términos como “solidaridad”, “compromiso” o “tolerancia” están cayendo en el olvido porque   han dejado de estar de moda. Pero centrémonos en el primero de estos términos.

  Resulta lamentable ver como cada vez somos menos solidarios con los demás, con las personas que están atravesando dificultades, con los refugiados, los inmigrantes, que incluso llegan a ser víctimas del más despreciable racismo y rechazo. Mientras que no nos toque a nosotros de lleno podemos estar tranquilos, ¿verdad?  Pero lo que ya resulta repugnante de veras es cuando se menosprecia o se intenta ridiculizar a aquellos que todavía mantienen la dignidad de tender una mano al necesitado, de apoyarles en la lucha contra las injusticias generalmente provocadas por los abusos de los que ostentan el poder económico.
  Hemos olvidado que el género humano alcanzó su hegemonía en la escala natural gracias a su capacidad de socialización, ya desde los tiempos en que éramos tribus y nos organizábamos en grupos para que la caza de animales peligrosos tuviera éxito. La unión hace la fuerza. Divide y vencerás. Nunca existieron máximas tan ciertas.

  Hoy en día la solidaridad de antaño ha sido reemplazada por la estúpida competitividad, de la mano del neoliberalismo triunfante. Conviértete en el mejor de todos, sé el primero y el más poderoso, caiga quien caiga. Así nos la meten doblada una y otra vez.

  Personalmente, simpatizo con aquellos grupos sociales y políticos que pese a todo siguen apostando de manera desinteresada por la lucha contra las injusticias sociales, y que no son ni “radicales” ni “podemitas” –como despectivamente los llaman algunos cavernícolas trasnochados –sino personas solidarias y comprometidas con sus semejantes. Los prefiero a aquellos otros que fomentan las desigualdades y la pobreza para así poder enriquecerse. A éstos, por supuesto, prefiero ni nombrarlos.


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